Nos enteramos con horror de que Iñaki Urdangarín ha tenido que irse a vivir de alquiler, y de que el Palacete de Pedralbes, para disgusto del pueblo llano, está ahora ocupado por un desconocido. Es este el tipo de noticias que estremece los cimientos del orgullo de un país y, para que no nos fijemos, las autoridades han nublado los informativos con la cortina de humo de los cinco millones de parados.