Lo que hace interesantes esas supuestas comunicaciones no es lo que dicen, sino lo que no dicen y, en contraste, el tremendísimo circo, paripé, teatro, y aspaviento que desarrollan los supuestos intermediarios entre los muertos (o los espíritus elementales, o los dioses, o los etés, o quienes sean los habitantes del "más allá" elegidos y sin importar dónde rayos esté ese "más allá") y su pobre cuanto frecuentemente pagador público.