Este quirosano no daba crédito a lo que veía: aquel pequeño animal, del tamaño de un pastor alemán, mojado y asustado, que se movía por el asfalto completamente desorientado y buscando regresar al lugar de donde había salido, era un esbardu de unos dos años. Su mirada, a medio camino entre la ternura y el desamparo, desarboló completamente a Jorge Alonso quien, sin pensarlo, detuvo su coche donde pudo y en lugar seguro, y se bajó apresuradamente para evitar que el animal fuera atropellado por los automóviles que circulaban por esta carretera.