Desde hace mucho tiempo, la labor de archivado se ha considerado un proceso pasivo: colocar los objetos que se quiere conservar en un lugar fresco y seco y olvidarse de ellos hasta que se necesiten. Pero en la era digital, en la que fotografías, vídeos, documentos y demás contenidos se encuentran alojados en discos duros, discos externos o en servidores «en la nube», y no en cajas guardadas en un sótano, el archivado requiere un método mucho más activo. Un equipo de investigadores ha abordado esta cuestión gracias a fondos europeos.