La auténtica tragedia del Estado del Bienestar no es que le quite dinero a Pedro para dárselo a Juan, sino que se lo quite a Pedro para dárselo otra vez a Pedro en forma de servicios públicos de los que, si puede, huye. Si se tratara de subsidiar a los pobres, la factura sería modesta. Es la redistribución horizontal, que no tiene ninguna justificación de equidad ni de eficiencia, la que conforma el grueso del Estado del Bienestar. Con la excusa de atender a los más pobres, el Estado nacionaliza el sector entero, imponiendo sanidad, enseñanza..