"Nos habían encadenado, cada uno en una columna. Éramos tres, pero cada uno separado de los otros dos. Nos podíamos dar ni un solo paso y no nos podíamos ver más que a través de esta débil y lívida claridad, que nos deformaba como si fuéramos desconocidos. Así reunidos, y sin embargo separados, teníamos las manos agarrotadas entre hierros y el corazón angustiado." Así describe Lord Byron, en El prisionero de Chillon, las terribles condiciones en las que vivían los prisioneros de las mazmorras del famoso castillo suizo.