Me gustan las carreteras secundarias, si son de la costa mejor, esas que nadie frecuenta en invierno y por las cuales puedes perderte con calma, parar en cualquier lado y contemplar el mar hasta que te hartes. También me atraen esos bares perdidos, viejos que no entra nadie, con productos pasados de fecha y donde te atienden de mala gana, esa estética cutre de gente que se oculta o que sólo deja pasar el tiempo sin pensar en nada.