Hallábame en tierras itálicas, dando una vuelta por esas ciudades que dicen que hay que ver antes de palmarla: roma, florencia, pisa, venecia... y estando, a la sazón, en esta última, en la plaza de un tal Marcos que, por lo que se ve, era santo, “jarto” ya de ver tanto capitel con su consiguiente columna dórica, jónica, corintia -o la madre que las parió-, chorreándome el sudor por la espalda, merced al sofocante calor que caía en aquella tormentosa tarde del mes de agosto, decidí acercarme a una terraza veneciana dispuesto a echarme al...