Hay que reconocer que los hombres han ganado espacio en eso de ser el complemento equilibrado de las damas, y que en muchos hogares han dejado de ser el soporte rudo, enajenado, incluso violento -como actuaron durante siglos-, para convertirse en seres tiernos, más dóciles, más liberados, más suaves y no por eso menos viriles. Deténgase a mirar estos hombres buenos que orean tanto cariño por las calles del país. Será como ver en una bola de cristal cuánta libertad habrán ganado, de aquí a unos años, las personas que ahora habitan la infancia