La historia de la Transición, como me ha hecho ver Antonio Orejudo, no es más que una novela picaresca protagonizada por aquel mozo de muchos amos, natural de Cebreros, Ávila, y que, gracias a su astucia y buen conformar, alcanzó a encaramarse a “la cumbre de toda buena fortuna”. Adolfo Suárez siempre fue, como se decía antes, bien mandado, hasta que la librea se le subió a la cabeza y empezó a comportarse, en relación con la OTAN, igual que una criada respondona. ¡Hay que ver cómo está el servicio!, dijeron en el piso de arriba, antes de pedir