Los neurocientíficos Semir Zeki y John Romaya, del University College de Londres, decidieron recurrir a la resonancia magnética para analizar cómo reaccionaban 17 voluntarios mientras contemplaban la imagen de una persona hacia quien declaraban sentir un sentimiento de odio, por ejemplo una ex-pareja o un competidor en el trabajo.Para sorpresa de los investigadores, los experimentos revelaron que el “circuito cerebral del odio” no tenía nada en común con las áreas cerebrales vinculadas al miedo, la ira o la sensación peligro.