Puedo asegurarles que a mi padre, esposa, suegra, amigos o empresa, nunca se les ocurriría pedirme que les acompañara a un notario para, una vez allí, concederme los más amplios poderes para poder actuar en su nombre, incluyendo disponer de sus cuentas bancarias o inversiones. Sin embargo, en mi ordenador tengo actualmente instalados un buen número de certificados de firma electrónica de distintos miembros de mi familia consanguínea o política, y de algún que otro amigo, que, a la menor oportunidad, te lo acaban endosando de forma permanente