Francisco José Alcaraz, el presidente de la AVT, se ha convertido en un problema para el PP y de los grandes. Se veía venir de lejos, dada las especiales maneras del personaje, muy útil como testaferro de manifestaciones contra el Gobierno pero carente de toda sutileza. Si algo ha logrado Alcaraz es la desafección de buena parte de la ciudadanía, que, de un tiempo a esta parte, contempla a las víctimas con notoria antipatía y a la Asociación como un instrumento de la derecha más extrema. No es, desde luego, para sentirse orgulloso.