Eran las 2 a.m. cuando se apagó el motor del auto, con el último envión alcancé a estacionarlo a un lado del camino, revisé el tablero pero nada parecía fuera de lo normal, traté de encenderlo pero no hubo caso, prendí las balizas y bajé. El cielo estaba encapotado, el clima era húmedo, una espesa niebla cubría todo el lugar, difícilmente se podía ver a más de cinco metros. El único sonido provenía de los grillos y las únicas luces eran las de los faros del auto. Algunas polillas y otros insectos revoloteaban cerca de ellos.