No creo que haga falta explicarles cómo es este barco, en muchos sentidos un barco extraordinario y, en definitiva, único. Al mando del capitán Smith, conocido claustrofóbico y hombre de gran sabiduría (seguramente habrán notado que vive en una lancha de salvamento), trabaja para todos un equipo prácticamente único de profesionales absolutamente fuera de lo común: Paul Siezinskj, timonel, ex sacerdote polaco, médium, sanador, ciego, por desgracia... Bill Joung, telegrafista, gran jugador de ajedrez, zurdo, tartamudo..., el médico de a bordo, el doc. Klausermanspitzwegensdorfentag, como les urja llamarlo lo tienen claro..., pero sobre todo:
Monsieur Pardin,
el chef,
directamente procedente de París, adónde, por otro lado, regresó de inmediato tras comprobar en persona la curiosa circunstancia de que este barco carece de cocinas, como ha podido notar sutilmente, entre otros, Monsieur Camembert, del camarote doce, que hoy se ha quejado al encontrar su lavabo lleno de mayonesa, cosa rara, porque normalmente en los lavabos metemos los embutidos, todo esto debido a la ausencia de cocinas, hecho que hay que atribuir, por otro lado, a la ausencia en esta nave de un autentico cocinero, como lo era sin duda Monsieur Pardin, quien regresó a París, de donde procedía directamente, con la ilusión de encontrar a bordo cocinas que, la verdad sea dicha y siendo fieles a los hechos, aquí no tenemos, y todo esto gracias al simpático olvidó del diseñador de este barco, el insigne ingeniero Camilleri, anoréxico de fama mundial, a quién ruego le dediquen su más caluroso aplausooooooo...
Novecento, Alessandro Baricco.