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"Ser feo" por Isaac Pedrouzo
La vida cambia a los doce. Algunas partes del cuerpo empezaron a crecerme a una velocidad incomprensible con respecto a otras. Mientras mi -hasta esa edad- bazooka ya se había convertido tan solo en pistola, la nariz y las orejas se iban haciendo más grandes de lo normal y el cuello se me estiraba hacia arriba sin remedio. Una mañana de mayo me miré en el espejo y descubrí que, en realidad, yo era feo.
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