El plan de igualdad de Peláez

Peláez se encuentra en la cama mirando el ventilador de techo girar. Le apetece descansar del viaje en avión, siente que dormirá de un tirón (con el beneplácito de su próstata). Le esperan 12 largos días, con sus respectivas noches menos una, en el hotel de lujo en el que está hospedado. Cuatro piscinas. De gratis. Tres discotecas. Y todo incluído. Dos restaurantes. Y sin familia (la empresa se encargó de camuflarlo como si de unos cursos en el extranjero se tratara). Y con una tarjeta de la empresa para quemar hasta 100 euros extras por día, eso además.

El recuerdo de la tarde en que todo empezó, apenas 3 meses antes, le dibuja la sonrisa en su rostro...

* * *

Bermúdez, el gerente (no confundir con el becario, aunque fueran familia y a los dos se les tuviese casi el mismo respeto), montó una reunión por sorpresa la tarde de un viernes... entre los empleados más pelotas (los más entregados, también se podría decir). Se trataba de algo grave y urgente, todos podían adivinarlo.

-- A ver, muchachos --siempre se refería a ellos como "muchachos" cuando iba a pedirles algo, o, directamente, meterles en algún marrón--, esto viene desde --con el índice apuntó hacia arriba--. Va, seguro que lo podemos resolver --dijo antes de dar una palmada.

Ramírez y Carmona cruzaron miradas, también Torrente y Pulido. Otros, simplemente, giraron la cabeza a ambos lados por un momento.

-- Por eso os he elegido a vosotros --hizo una pausa mirando uno a uno a los trabajadores allí reunidos--, a los me-jo-res. Y, creédme, he conseguido una muy buena contraprestación, no penséis que el viejo quería, pero se lo he conseguido sacar. Para quien quiera, claro. Esto es to-tal-men-te voluntario --dijo antes de mostrar las palmas de las manos replegando los brazos hacia atrás

Los empleados estaban expectantes.

-- Veréis, resulta que a final de año se cumple el plazo legal de.. esto de..., ¿cómo se llama, exactamente?, bueno, seguro que lo habéis visto, oído, a ver...--. Tomó un diario que había sobre la mesa y mostró con un rictus de asco una de sus páginas, el titular era "Plan de igualdad: el 84% de las empresas no están al día".-- Esto del plan de igualdad de marras --dijo con rintintín--, el viejo --índice hacia arriba-- está muy preocupado con esto. La viabilidad de la empresa está en juego. No es broma. El gobierno prepara unas multas de la hostia, con este tema.

Más de uno tragó saliva. No es que la empresa fuera viento en popa, pero todos ellos daban por seguro el poder jubilarse en ella. Tenían experiencia, no era fácil que un nuevo empleado les pudiera hacer sombra, pero, sobre todo, todos ellos sabían cómo mantener la confianza que del gerente se habían ganado.

-- Necesitamos que salgan 7 mujeres entre los que estamos en esta sala.

Así es como lo dijo, a bocajarro. Muy típico de Bermúdez, esto de ir al grano, quizás, demasiado: sin contexto, o, al menos, sin el contexto que otro gerente, quizás más formado, quizás más profesional, hubiera expuesto antes de lanzar una petición, más que pregunta, como aquella, por implícita que fuese. Silencio y caras de incredulidad fueron la respuesta entre la audiencia.

-- La empresa está dispuesta a compensaros con quince días de vacaciones extra. ¡Vaaaaaamos, que no hay para tanto! Es ir al juzgado y cambiar la letrita en el DNI, ¡son 5 minutos, joder! ¡Que hoy en día nadie anda mirando el DNI! ¡Nadie se va a enterar!

Algún carraspeo sonó en la sala, algún culo cambió de postura.

-- Esto, sólo, hasta que tengamos más mujeres en la empresa, para el siguiente año. Entonces se vuelve a ir y se cambia de nuevo la puta letrita y arreglado, y aquí no ha pasado nada --se frotó la palma de las manos verticalmente--. ¡Va! ¿Quiénes se apuntan? ¡Que son 15 días más!

* * *

-- Así fue --susurró Peláez, la señora Peláez, asintiendo--, así comenzó todo...

El sueño le cogió aún con la sonrisa puesta.

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