Todo comenzó a la salida de la oficina de empleos. La desolación se leía en mi rostro. Estaba deprimido, y con razón, pues lo único que me habían ofrecido en la oficina era un miserable puesto como asistente en una peluquería. Dicho sea de paso, soy un hombre de treinta y dos años de edad, un poco flaco pero sano, sin ningún defecto físico. De ideas conservadoras, y honesto por naturaleza, amo el trabajo manual y he terminado los estudios humanísticos en un colegio superior. Mi único punto débil consiste en mis ojos, miopes desde hace poco, pero esto no es un problema realmente, solo necesito algo de dinero para comprar unos lentes. Una vez me dijeron que padecía de una enfermedad congénita que me impide consumir demasiadas vitaminas, pero de todas maneras esto no llega al grado de ser un obstáculo para obtener un empleo decente. Realmente, el puesto de asistente en una peluquería me pareció humillante…
—No te dieron un buen empleo, ¿verdad? —me dijo un hombre, que permanecía mirando hacia la puerta, con un cigarro entre los labios y un pie sobre el porche, como si estuviera al acecho de alguien, y enseguida se puso a caminar a mi lado. Iba a seguir de largo al suponer que me tomaba por otra persona, pero el hombre se rio, ofreciéndome una cajetilla nueva de cigarros—. Mira, yo estoy a cargo del reclutamiento de candidatos para trabajar en Comercio Pánico, y tú me pareces una persona ideal para nuestra empresa. ¿Por qué no vas a la prueba?
Recobré repentinamente el ánimo, como si me hubiera cambiado de camisa, y asentí varias veces sin poder formular una sola frase, atragantado por una sensación de júbilo excesivo. Al darse cuenta de mi estado, el hombre me entregó una hoja de papel y se fue sin rumbo, saludando apenas con una mano. Me senté bajo la sombra del pino plantado frente a la entrada de la oficina y me dediqué a completar la hoja.
Formulario de solicitud para la prueba de Comercio Pánico S.A. (Num. 84)
Tenía una serie de columnas para indicar los datos: edad, antecedentes, pasatiempo, especialidad, deseo.
(Nota. No hace faltar colocar ni el nombre ni la dirección. En cuanto a la última columna, «deseo», exprésese con toda confianza, a mayores detalles, mejor resultado).
En el reverso decía:
Al terminar de llenar las columnas, guarde este formulario en el bolsillo del pantalón y vaya a las ocho de la noche al sitio indicado en el mapa de la izquierda para buscar al señor K, a quien identificará por las gafas de montura blanca, la chaqueta azul y una herida en la mejilla izquierda.
(Nota. Obedezca la instrucción. Fuera de las respuestas estrictamente necesarias, no diga nada más). Nuestra empresa maneja casi todo, salvo electricidad, agua y gas. Una vez empleado, le explicaremos los detalles, pero nuestra administración sigue el último modelo de la teoría moderna. Entienda que todos los datos son confidenciales para evitar la copia ilegal de otras empresas. Le deseamos la mejor suerte y el mayor éxito en la prueba.
Kōbō Abe, "El pánico". (1954.) Incluido en "Los cuentos siniestros".