Manifiesto de Unabomber (VIII). La Autonomía

AUTONOMíA 

42 La autonomía como parte del proceso de poder puede no ser necesaria para todas las personas. Pero mucha gente necesita un grado mayor o menor de autonomía al trabajar, buscando sus propios objetivos. Para que el trabajo les resulte satisfactorio, deben esforzarse por iniciativa propia y necesitan mantener el trabajo bajo su propia dirección y control. Sin embargo mucha gente no necesita ejercer esta iniciativa, dirección y control de manera individual. Normalmente les basta con actuar como miembros de un grupo PEQUEÑO. Así, si media docena de personas discuten un objetivo, y hacen un esfuerzo exitoso para alcanzarlo unidas, su necesidad por el proceso de poder quedará cumplida. Pero si trabajan bajo órdenes rígidas que no les dejan espacio para decisiones autónomas o una mínima iniciativa, entonces su necesidad por el proceso de poder no estará cumplida. Lo mismo ocurre cuando las decisiones se toman de manera colectiva: si el grupo que toma las decisiones es muy grande, el papel de cada persona es insignificante. Se puede argumentar que la mayoría de la gente no quiere tomar sus propias decisiones y quieren jefes que piensen por ellos y puede haber algo de cierto en ello, puesto que está claro que la gente le gusta tomar sus propias decisiones en pequeños asuntos, pero tomar decisiones en problemas difíciles y fundamentales requiere encararse con conflictos psicológicos, y la mayoría de la gente trata a toda costa de evitarlos. Por consiguiente, muchas personas tienden a apoyarse en otros para tomar decisiones difíciles. La mayoría de la gente son seguidores naturales, no jefes, pero quieren tener acceso directo y personal a sus jefes y participar en cierta manera en la toma de decisiones difíciles. A la mayoría de las personas no les gusta que les impongan decisiones sin tener oportunidad de influir en ellas. A ese nivel, como mínimo, necesitan autonomía. 

43 Es cierto que algunas personas parecen tener poca necesidad de autonomía. Esto puede deberse a que su impulso por el poder es débil o lo satisfacen identificándose con alguna organización poderosa a la que pertenecen. Y entonces observamos que existe un grupo de gente irreflexiva, personas de tipo primario que parecen estar satisfechas con un sentido puramente físico del poder, como por ejemplo un buen soldado de combate, que obtiene su sentido de poder desarrollando habilidades de lucha, y está totalmente satisfecho usando esas habilidades con obediencia ciega a sus superiores. 

44 Pero la mayoría de la gente pasa a través del proceso de poder persiguiendo unos objetivos, de manera que, con un esfuerzo autónomo y algo de éxito en sus finalidades, adquiere la autoestima, la autoconfianza y un sentido de poder y expresión de sus propias fuerzas. Cuando uno no tiene oportunidades adecuadas para pasar a través del proceso de poder, las consecuencias son (dependiendo de la persona y de la manera en que el proceso de poder se ha interrumpido) aburrimiento, desmoralización, baja autoestima, sentimientos de inferioridad, derrotismo, depresión, ansiedad, culpabilidad, frustración, hostilidad, abusos contra el cónyuge y los hijos, hedonismo insaciable, conducta sexual anormal, trastornos del sueño, trastornos alimenticios, etc. Algunos de los síntomas enumerados son similares a aquellos que muestran los animales en cautividad, por lo que parece un proceso común en la naturaleza. Para explicar como surgen estos síntomas cuando el proceso de poder ha fracasado hay que señalar que la falta de finalidades cuyo logro requieren esfuerzo conduce al aburrimiento y este, cuando se prolonga, a menudo lleva a la frustración y a la depresión. El fracaso a la hora de conseguir los propios objetivos conduce a la frustración y reduce la autoestima. La frustración lleva al enfado, y este a la agresión, a menudo en la forma de abusos sobre el cónyuge o los hijos. Se ha demostrado que la frustración continuada comúnmente dirige a la depresión, y esta tiende a causar ansiedad, culpabilidad,trastornos del sueño, trastornos alimenticios y malos sentimientos sobre uno mismo. Aquellos que tienden a la depresión buscan el placer como un antídoto; en consecuencia, recurriendo al hedonismo insaciable y al sexo excesivo o trufado de perversiones, en un desesperado intento de procurarse diversiones nuevas. El aburrimiento también tiende a causar excesiva búsqueda del placer ya que, a falta de otras, la gente usa con frecuencia el placer como un fin en sí mismo. Lo precedente es una simplificación: la realidad es más compleja y, por supuesto, la privación con respecto al proceso de poder no es la ÚNICA causa de los síntomas descritos. Por cierto, cuando mencionamos la depresión no nos referimos necesariamente a la que es lo bastante severa como para ser tratada por un psiquiatra. A menudo se generan formas suaves de depresión. Y cuando hablamos de objetivos no queremos decir necesariamente que estos lo sean a largo plazo o muy reflexionados. A través de la larga historia de la Humanidad, para mucha o la mayor parte de la gente, las finalidades básicas de la existencia (simplemente proporcionarse a uno y a su familia la comida del día a día) han sido totalmente suficientes.