67 De este modo, el proceso de poder se colapsa en nuestra sociedad a causa de una falta de finalidades reales y de autonomía personal en la persecución de dichas finalidades. Pero el proceso de poder se colapsa también por aquellos impulsos humanos que pertenecen al grupo 3: los impulsos que uno no puede satisfacer adecuadamente, sin importar cuanto esfuerzo haga. Uno de estos impulsos es la necesidad de seguridad. Nuestra vida depende de decisiones que otros toman; no tenemos control sobre estas decisiones e incluso ignoramos, frecuentemente, qué personas las toman. ("Vivimos en un mundo en el que relativamente poca gente (puede que 500 o 1000) toma las decisiones importantes" -Philip B. Heymann del colegio de leyes de Harvard, citado por Anthony Lewis, New York Times , 21 de Abril, 1995). Nuestras vidas dependen de si el modelo de seguridad está debidamente mantenido en una central nuclear; o de cuánto pesticida está permitido que penetre en nuestros alimentos, o cuánta polución en nuestro aire, o de cómo de hábil (o de incompetente) es nuestro médico; si perdemos o conseguimos un trabajo puede depender de las decisiones que toman los economistas gubernamentales o los ejecutivos de una corporación; y así sucesivamente. La mayor parte de las personas no está en una posición de defenderse contra estas amenazas más que de un modo muy limitado y muy lejano. Por eso, las personas que buscan seguridad están frustradas, lo que las conduce a un sentimiento de impotencia.
68 Se puede objetar que el hombre primitivo estaba físicamente menos seguro que el hombre moderno, como se puede ver por su corta esperanza de vida; por tanto el hombre moderno está más seguro de lo que es normal entre los seres humanos. Pero la seguridad psicológica no se corresponde estrechamente con la seguridad física. Lo que nos hace sentirnos seguros no es tanto la seguridad objetiva como la sensación de confianza en nuestras posibilidades de hacernos cargo de nosotros mismos. El hombre primitivo amenazado por un animal fiero o por el hambre, podía luchar para defenderse o viajar para buscarse alimento. No tenía la certeza de tener éxito en estos esfuerzos, pero por término medio no estaba indefenso contra las cosas que le amenazaban. Por otro lado, la persona moderna está indefensa ante muchas de las cosas que le amenazan; accidentes nucleares, agentes cancerígenos en la comida, polución ambiental, guerra, aumento de los impuestos, invasión de su vida privada por grandes organizaciones, fenómenos sociales o económicos a lo ancho del país que pueden desbaratar su modo de vida...
69 Es cierto que el hombre primitivo era impotente ante algunas de las cosas que le amenazaban; la enfermedad por ejemplo. Pero podían aceptar el riesgo de la enfermedad estoicamente. Es parte de la naturaleza de las cosas, no es culpa de uno, a no ser que sea la culpa de algo imaginario, como un demonio impersonal. Pero los temores de la persona moderna tienden a dirigirse a cosas creadas por el hombre. Ya no son el resultado del azar, son imposiciones de otras personas, en cuyas decisiones, como individuo, es incapaz de influir. Consecuentemente se siente frustrado, humillado y furioso.
70 De este modo el hombre primitivo tiene la mayor parte de su seguridad en sus propias manos (tanto como persona como parte de un grupo pequeño). Por contra, la seguridad del hombre moderno está en manos de personas u organizaciones demasiado remotas o grandes como para influir personalmente sobre ellas. Así, el impulso del hombre moderno por la seguridad tiende a pertenecer a los grupos 1 y 3; en algunas áreas (comida, refugio, etc.) su seguridad está confiada al coste de un esfuerzo trivial, mientras que en otras áreas no puede conseguir sentirse seguro, haga el esfuerzo que haga. (Lo precedente simplifica enormemente la situación real, pero indica toscamente y de manera general como la condición del hombre moderno difiere de la del hombre primitivo, sobre todo en el aspecto psicológico).
71 La gente tiene muchos impulsos que se llevan al grupo tres y que son sistemáticamente frustrados. Uno puede enfadarse, pero la sociedad moderna no puede permitir el enfrentamiento físico. Incluso en muchas situaciones no permite siquiera la agresión verbal. Yendo a algún sitio uno puede tener prisa, o puede estar de humor para viajar despacio, pero generalmente no hay elección posible y ha de moverse con el tráfico y obedecer las señales. Uno puede querer hacer su trabajo de un modo diferente, pero normalmente sólo puede trabajar de acuerdo a las reglas impuestas por su jefe. De otras muchas maneras, el hombre moderno está subordinado a la red de reglas y regulaciones (explícitas o implícitas) que frustran muchos de estos impulsos y de esta manera interfieren con el proceso de poder. La mayoría de estas regulaciones no pueden ser eliminadas, porque son necesarias para el funcionamiento de la sociedad industrial.
72 La sociedad moderna es en ciertos aspectos extremadamente permisiva. En las cuestiones que son irrelevantes para el funcionamiento del sistema, podemos generalmente hacer lo que queramos. Podemos creer en cualquier religión (en tanto que no fomente comportamientos que sean peligrosos para el sistema). Podemos acostarnos con quien queramos (en tanto que practiquemos "sexo seguro"). Podemos hacer todo lo que queramos en tanto que sea TRIVIAL. Pero en todas cuestiones IMPORTANTES el sistema tiende a incrementar las regulaciones sobre nuestro comportamiento.