La gran evasión

Les Brodrick

El Lancaster de Lesley Charles James Brodrick fue derribado cuando regresaba de un bombardeo sobre Stuttgart.

La noche de la evasión éramos unos 200, todos con nuestros pesados abrigos, apelotonados en una caseta en la que pronto empezó a hacer mucho calor. Por lo visto, se podían ver nubes de vapor saliendo por las ventanas pero afortunadamente los alemanes no se percataron de nada. Al principio todo era muy emocionante aunque pronto los ánimos empezaron a decaer porque tuvimos que permanecer allí sentados durante horas y horas, esperando turno para salir.

El túnel daba un poco de miedo, la verdad. La mayoría de nosotros no habíamos estado nunca antes allí y el pánico empezó a cundir un poco cuando algunos nos dimos cuenta de que sufríamos de ataques de claustrofobia. Una vez fuera, para ser sincero, lo primero que pensé fue en el tiempo horrible, frío y desapacible que hacía. Tres de nosotros decidimos coger el «tren de san Fernando», cruzar el país hasta Checoslovaquia, donde nos dijeron que alguien podría ayudarnos.

Desgraciadamente nos paramos a pedir ayuda en una casa donde resultaron estar alojados soldados alemanes. Cuatro alemanes salieron a nuestro encuentro y ahí acabó todo. Me enviaron de nuevo a Sagan y me pasé dos semanas en la «nevera». Cuando salí me enteré de lo de «los cincuenta». Mis dos compañeros estaban entre ellos. Francamente, la primera idea que me vino fue que había tenido mucha suerte. ¿Mereció la pena? Creo que no, realmente. ¿Cincuenta hombres muertos a apenas unos meses del fin de la guerra? No, no valió la pena.

Tim Carroll, "La gran evasión."