Y a ambos lados de Príamo, Pántoo,
Timetes, Lampo, Clitio e Icetaon
el compañero de Ares,
Ucalegon y Anténor,
muy discretos entrambos,
sentados se encontraban
los ancianos del pueblo todos ellos,
de las puertas Esceas por encima,
por vejez de la guerra retirados,
más bravos oradores semejantes
a las cigarras que en medio del bosque,
en un árbol posadas,
emiten una voz que es como un lirio;
tales los jefes eran, justamente,
de los troyanos, que estaban sentados
en la torre adosada a la muralla.
Y éstos, pues, cuando vieron
a Helena encaminándose a la torre,
hablábanse los unos a los otros,
con aladas palabras, quedamente:
«Cosa no es que indignación suscite
que vengan padeciendo tanto tiempo
dolores los troyanos
y los aqueos de grebas hermosas
por mujer cual es ésa
pues que tremendamente se parece,
al mirarla de frente,
a diosas inmortales;
pero aun así y siendo tal cual digo,
en las naves se vuelva y no se quede
para mal nuestro y de nuestros hijos
en el tiempo futuro.