—He viajado mucho, pero a través del tiempo... no en distancia —empezó.
El Guardamonte se quedó con el tenedor en el aire y arqueó las cejas.
— ¿Qué tonterías dices? —inquirió.
—No son tonterías... Estas setas están realmente deliciosas... He logrado el control de un estado de muerte aparente. Entré en letargo hace muchísimos años, y he despertado esta mañana.
El Guardamonte se mostró incrédulo.
— ¿Cuánto tiempo crees que ha transcurrido?
—No lo sé con certeza —respondió Winters—. Mis instrumentos señalaban cierta fecha pero, para estar absolutamente seguro, preferiría que me contaras la historia de tu gente según vuestros conocimientos. Sólo necesito los hechos más destacados.
— ¡Ja, ja! ¡Me prometiste tu historia y te muestras de lo más chistoso al cumplir tu promesa, extranjero!
— ¡Al contrario! Hablo en serio.
—No te creo... pero podría ser un juego divertido. Veamos... El año pasado los cinamomos dieron fruto por primera vez en las zonas de temperatura más baja de la Tierra. Puedes probar los que tienes en tu plato. Esto ha modificado enormemente nuestro modo de vida, y quizá pronto resulte innecesario moler harina de castaño.
—Interesante —comentó Winters—. Pero retrocedamos mil años más.
El Guardamonte abrió los ojos de par en par. Luego rio encantado.
— ¡Bien! ¡Más te vale que no sea una vil fanfarronada!, ¡eh! Mil años... Eso sería hacia la época del gran proceso del aluminio. Como ya sabes, antes de esa época el mundo necesitaba desesperadamente metales. Cuando Koenig perfeccionó su procedimiento para la obtención del aluminio a partir de la arcilla, la economía del mundo quedó trastornada y... ¡bien! ¿Qué más quieres?
—Creo que podrías retroceder dos mil.
El Guardamonte rompió a reír pero, a una súbita ocurrencia, se puso serio. Miró un instante a su invitado, con expresión astuta, y sus ojos reflejaron una ligera frialdad.
— ¡No pretenderás que lo tome en serio! —exclamó.
—Así es.
— ¡Es absurdo! En aquellos días el organismo humano aún conservaba el apéndice. Fue después de la Gran Revolución, cuando los derrochadores fueron derrotados al fin, y la Verdadera Economía alzó su antorcha para guiar al mundo en su sendero ascendente. ¡Hace dos mil años! ¡De esa época arranca la historia civilizada! Costumbres tan arcaicas como las supersticiones organizadas, el dinero, la propiedad privada del suelo y la división de la humanidad en grupos que hablaban idiomas distintos dejaron de existir en esa época. ¡Fue un período agitado!
—De acuerdo. Retrocedamos otros quinientos años.
— ¡El apogeo de la falsa civilización del Derroche! Los fósiles vegetales eran implacablemente quemados en hornos para suministrar calor. Se consumía el petróleo por millones de barriles. Se construían coches baratos de metal, que eran abandonados para que se oxidaran al cabo de pocos años de uso. Los hombres se apiñaban en mal ventiladas aldeas de un millón de habitantes... algunos historiadores aseguran que de varios millones. Fue la época de las luchas raciales, cuando países enteros convocaban al populacho, poniendo explosivos y venenos en sus manos para enviarlos a destruir otros países. ¿Tú dices provenir de ese período vergonzoso?
—Es exactamente lo que solíamos hacer —respondió Winters—, aunque no lo llamábamos así.