Bajo la dura condición de la guerra, todos los militares se habían retirado bajo tierra. Las condiciones allí eran duras, aunque mitigadas por las generosas raciones de nuevos alimentos y bebidas sintéticos.
Después de una década de guerra, el brandy en pasta era tan bueno como el verdadero líquido, ya que éste había cesado de existir. Las mujeres no eran sintéticas. Habían abandonado las arruinadas poblaciones del exterior por la comparativa seguridad de los poblados subterráneos de las guarniciones. Así, la mayoría de ellas habían salvado sus vidas, aunque para perder su humanidad. Ahora peleaban y gritaban junto a sus hombres, no importándoles nada sus conquistas.
El coronel las contemplaba con desprecio y compasión. Fuese cual fuese el bando que ganase la guerra, las mujeres ya habían perdido.
Brian W. Aldiss, "Cuando la Tierra esté muerta"