Como se gesta un Demente (Novela autobiogràfica) Cap. 3

conómicamente la familia había progresado muchísimo cuando hubieron

ocurrido estos hechos. Papá Vicente se había valido de sus conocimientos

de para-médico y con el respaldo de un amigo médico se dedicaba a curar

enfermos, poner inyecciones y atender los alumbramientos de cuanto niño venía

a la vida dentro de la comunidad. Por aquellos tiempos ningún médico se atrevía

a venir a vivir alazona por lo cual él era el ángel que salvaba vidas y brindaba

salud a quienes se lo requerían.

Papá Vicente trabajaba muy duro, era usual que casi no durmiera pues la

demanda de sus pacientes era apabullante y por ello, con mis catorce años de

edad, me vi obligado a aprender a suturar heridas, aplicar inyecciones y asistir en

los partos que mi padre atendía. Muchas personas que actualmente bordean los

cuarenta años fueron niños que vinieron al mundo en mis manos.

Lamentablemente, lo acontecido con mi hermano Carlos Miguel me sumió en

una profunda depresión que me llevó a recluirme en mi dormitorio por espacio

de un año; abandoné los estudios por ese lapso, sólo salía de aquella habitación

para comer. Mientras comíamos, el silencio y la tristeza reinante eran tan densos

y pesados que los tres que quedábamos, a secas atinábamos a mirarnos con los

ojos llorosos.La comida me sabía a nada, los sabores se habían esfumado entre

el tiempo y las remembranzas inútiles e incapaces de reponer en la silla vacía la

presencia del cuarto miembro del clan. Luego de cada comida, los tres restantes

volvíamos a nuestra fantasmal soledad.

Fue por aquel entonces que comencé a desarrollar la peculiar habilidad de mentirme

a mi mismo y era tan convincente que hasta yo creía estar viviendo lo que en verdad

sólo eran mis fantasías. Esas auto-mentiras me llevaron a tener manifestaciones

un tanto esquizoides en las que recibía llamados y mensajes de fuerzas superiores.

Empecé a llenar mi dormitorio con dibujos y simbologías extrañas que solía ver entre mi

alucinante realidad alternativa que como un demencial arquitecto, iba construyendo

y edificando para guarecerme de ese inmenso dolor que me torturaba. Sentía que en

aquel universo tenía el poder de levitar, cerraba los ojos y automáticamente podía

impulsarme y dar trancos enormes que me inducían a flotar en el aire, mas cuando

el impulso decrecía, caía a tierra y una vez más esos saltos para retornar a mí estado

etéreo... Así pasaba el tiempo.

Al cabo de larguísimos meses decidí abandonar mi auto enclaustramiento;

tenía una larguísima cabellera y cada vezque me miraba al espejo advertía que

irradiaba un halo de luz celeste. Mi propósito, de allí en más, era salir al mundo

y sonreír, aparentar que en el mundo real, elmundo exterior,yo era feliz;si mis

padres me veían feliz,se contagiarían.

Quien atravesó el umbral de mi dormitorio aquella vez, fue un maníaco

depresivo que ocultaría su depresión de manera magistral de modo tal que serían

muy pocos los acuciosos que me dijeran“Siempre sonríes pero en tus ojos se nota

una tristeza muy grande” Aun así, quienes pudieron notar que mi placidez era

una farsa, reconocieron que era alguien con mucha luz y que poseía el poder de

alumbrar las vidas de muchos de los que me rodeaban.

En aquella época descubrí la prematura habilidad para dibujar que adquirí en mi

infancia y que esta podía ser empleada a modo de lenguaje para narrar todas las

vivencias que en mis mundos vislumbraba, esos que visualizaba cuando ingresaba

a mi universo alternativo que mi subconsciente me brindaba como vía de escape

de los demonios que pretendieron apoderarse de mi alma.

Ya era un demente con una amplia sonrisa ficticia capaz de contagiar su luz.

O. Mejìa, Arte y Cultura