Susebron volvió a escribir. "Sospecho que las montañas son preciosas, como has dicho. Sin embargo, creo que lo más hermoso de ellas ya ha venido a mí."
Siri se sobresaltó y se ruborizó. Él parecía tan franco que ni siquiera se le veía cohibido o tímido por el osado piropo.
-¡Suseron! Tienes el corazón de un seductor.
"¿Seductor? Solo digo lo que veo. No hay nada tan maravilloso como tú, ni siquiera en mi propia corte. Las montañas deben de ser realmente especiales, para producir tanta belleza."
-¿Ves? Ahora has ido demasiado lejos. He visto a las diosas de tu corte. Son muchísimo más hermosas que yo.
"La belleza no es solo el aspecto que tiene una persona. Mi madre me enseñó eso. Los viajeros de mi libro de cuentos no deben considerar fea a la anciana, pues podría ser por dentro una hermosa diosa."
-Esto no es un cuento, Susebron.
"Sí que lo es. Todo esos cuentos son solo historias contadas por gente que vivió antes que nosotros, Lo que dicen sobre la humanidad es cierto. He observado y he visto cómo actúa la gente."
Borró y continuó.
"Es extraño, para mí, interpretar estas cosas, pues no veo como los hombres normales. Soy el rey-dios. A mis ojos, todo tiene la misma belleza."
Siri frunció el ceño.
-No comprendo.
"Tengo millares de alientos. Es difícil ver como ve la gente: solo a través de las historias de mi madre puedo ver su forma de ser. Todos los colores son belleza a mis ojos. Cuando los demás miran a las personas, una puede parecerles a veces más hermosa que otra. Para mí no es así. Yo solo veo el color. Los ricos y maravillosos colores que componen todas las cosas y les dan vida. No puedo concentrarme solo en el rostro, como hacen muchos. Veo la chispa de los ojos, el sonrosado de las mejillas, los tonos de la piel... incluso cada pequeña imperfección muestra algo peculiar. Todas las personas son maravillosas.
Borró.
"Y por eso, cuando hablo de belleza, debo hablar de otras cosas aparte de estos colores. Y tú eres diferente. No sé cómo describirlo."