Convengamos que es verdad que Hugo Chávez fue un infiltrado de los castristas en las filas de las Fuerzas Armadas de Venezuela para implosionar el sistema desde dentro hacia afuera. Después de todo, en sus casi 200 años de historia en este país, los gobiernos civiles no son más que un pestañeo y Fidel sabía que era con la estrategia de anular las armas y no con el método de propalar las ideas, que se podía conquistar una nación sin incurrir en los costos de una guerra de desgaste.
Por los mismos años en los que Fidel comenzó a injertar sus cuadros en las Fuerzas Armadas venezolanas, resulta que la CIA comenzó a hacer lo propio para anticiparse al futuro, de modo de tener su propio hombre que iría a neutralizar la herencia de Chávez y pulverizarlo sin que se tuviera que librar una guerra de baja intensidad, sin financiar a grupos de contras armados como en Nicaragua, ni partidos de derecha y sin ni siquiera tener que propiciar una invasión ni arriesgar vidas de jóvenes de Oklahoma, Nebraska o New Jersey.
Una brigada de incompetentes, sembrados en empresas expropiadas, ministerios y divisiones militares, también eran agentes de la CIA. Eso explicaba una secuela de desastres gerenciales y administrativos.
Recordé “El Americano Impasible” de Graham Greene. “Un tipo que pasaba por inofensivo y correcto, pero hablaba hasta vietnamita y dirigía embarques de armas y organizaba atentados que después le atribuían al Viet Cong para justificar las ofensivas y los chorros de Napalm”.
Con una precisión suiza Maduro paga las cuotas de la deuda externa para beneficiar a Wall Street y a las grandes corporaciones, a costas de las importaciones de alimentos, medicinas y productos básicos en un país que fue hecho más dependiente cada vez de la mono exportación de un producto que favorece la relación centro periferia; cómo esa metrópoli es más que nunca Estados Unidos: gran proveedor de gasolina y nafta para Pdvsa, de trigo para los panes, repuestos para las maquinarias y semillas para los campos.
Además es el primer cliente del petróleo venezolano y el único que paga en efectivo.
A la CIA le gustan los militares, el gasto en armas, la tortura, la represión y las operaciones encubiertas, los juegos de guerra, los ataques cibernéticos, las imposturas y los juegos de máscaras. Nada es lo que parece, las cosas se dibujan al revés. No es casual que desde los talibanes hasta el general Noriega hayan sido agentes de la CIA.
Maduro solo ha hecho mucho más para destruir a la revolución y la izquierda americana que poderosos ejércitos, que hackers suecos, que financistas sionistas, que los misiles del Pentágono y que el diversionismo ideológico.
Este es un relato de ficción levemente inspirado en hechos reales. Cualquier semejanza con personas y situaciones reales, no es mera coincidencia