Sobre las aventuras del embajador de España en China

Como algunos sabréis, hace un par de días hice un envío de mi propio blog sobre la supuesta agresión del embajador de España a una novelista china. Aunque fui el primer autor de habla hispana en traducir e informar sobre la noticia tal y como ha sido contada en China, al poco tiempo, y como era de esperar, otros medios españoles se han sumado a cubrir una noticia que está dando mucho que hablar en China y entre los expatriados españoles, pero que, en mi opinión, ha llegado de forma muy sesgada a España.

De hecho, tengo que decir que me ha decepcionado el modo en que han informado medios como El País o El Mundo, no solo por ignorar el enfoque y el impacto del suceso en China, sino más bien por el modo tan descarado en que le hacen la defensa al señor embajador (ex alto cargo de Técnicas Reunidas), que se encuentra de permiso en Tailandia y que cuando no ha delegado la respuesta a "otras fuentes cercanas", se ha limitado a decir que todo es falso.

De momento nadie sabe hasta qué punto es cierta la versión de la novelista, pero al margen de los desarrollos, que también serían importantes (sobre todo en lo relativo a la supuesta agresión), el simple hecho de que un embajador casado se liase con una escritora al poco de llegar a China me parecería una imprudencia poco propia de un diplomático serio.

Por eso considero muy sospechoso que diversos medios españoles que dicen haber hablado con el embajador se limiten a reconocer que es cierto que se conocieron en la exposición, y no digan nada sobre la supuesta relación sentimental. Y peor pinta tiene todavía el modo tan chapucero en que El País y El Mundo concluyen sus artículos.

Ambos diarios coinciden en cuestionar la profesionalidad de la escritora y no dudan en señalar que en sus anteriores libros escribió sobre la prostitución en Singapur (tema muy controvertido también en China), pero no veo nada claro que la temática de sus obras o la legitimidad de sus supuestas tácticas de marketing pudiesen servir como defensa al diplomático.

Es más, alguien cercano al embajador habría informado a Efe de que “no es la primera vez” que ella se inventa historias, lo cual, en caso de que se hubiesen liado, sería todavía más imprudente por parte del embajador. Es decir, cuanto más cuestionan la figura y el pasado de la denunciante, más sospechosa se vuelve la defensa, y más temerario se convierte el desliz del embajador en caso de que más adelante se confirme la relación y alguien se acuerde o se atreva a informar sobre ello.

Personalmente, yo no me creo que no haya habido nada entre ellos y que ella se lo haya inventado todo, y aunque los detalles sexuales que aparecen en el libro (en el que se usan seudónimos) me importan bien poco, insisto en que sí me parece preocupante que un embajador casado se vaya de líos con la primera mujer que pille nada más llegar a su destino.

Ahora bien, por mucho que a mí y a otros muchos nos parezca irrelevante, el hecho de que se hayan aireado las supuestas preferencias sexuales del embajador va a tener un impacto bastante grave en su imagen dentro de la sociedad china, que no es, ni de lejos, tan abierta en cuestiones sexuales.

Puede que los españoles se crean la versión del diplomático, pero yo sospecho que a los chinos, y especialmente a los pekineses que conocen la zona de bares cercana a la embajada y su ambiente, les va a costar tomarse en serio el “todo es mentira (salvo alguna cosa)” del señor Manuel Valencia.

Los que llevamos una temporada en China sabemos que aquí las relaciones casuales no son tan sencillas como en Occidente, y que andarse con líos puede pagarse con un dramón o con algo peor, y creo que un señor embajador también debería saber esto antes de "irse a la aventura”.