Felicidad

No se puede ser feliz sabiendo que existen Auschwitz y las películas de Zack Snyder. Y que todo eso se repite fractalmente en multitud de lugares a través del espacio y el tiempo. Vivimos en el peor de los mundos. Casi todo esta mal. Por lo tanto la idea de que la felicidad es un estado mental también esta mal porque significa que borramos Auschwitz de nuestra memoria, o peor que convivimos felizmente con esa memoria. La búsqueda de la felicidad como una constante en la vida por medio de la introspección, la filosofía, la mística o un negocio multinivel es patológica, crea autistas desquiciados que sólo saben dar la chapa con entelequias de baratillo. El universo es fascista. La vida es una cosa horripilante llena de asesinos que se van comiendo unos a otros y se transforman de chapuza en chapuza evolutiva mientras generan algún acierto emocionante como el clítoris o los bigotes de los gatos. Son estas cosas a las que hay que agarrarse para aturdirse a través de fugaces alegrías, que es lo máximo que se puede obtener entre catástrofe y catástrofe en este universo de espanto y horror: la drogas, el sexo, los viajes, el consumo de arte y aparatos eléctricos, las orgías, las cenas con amigos, un día de playa, una buena película de un buen director.