Por qué dejé de escribir en Menéame

MUCHOS se estarán preguntando qué ocurre con @helisan, por qué se demoran tanto los escombrillos y lloriqueos y sobre todo: a quién perseguimos ahora, porque proliferan los articulistas (¡bien!) pero reconoced que no es igual de placentero hundir sus publicaciones mientras les ponéis en su sitio con cuatro verdades bien dichas. Pues ha pasado que dejé el pueblo y me he ido a vivir a una casa en ruinas en medio de la huerta, un lugar donde sin duda encontraré la paz interior y la inspiración. Aunque en estos momentos me encuentro rodeado de escombros traicioneros, hierros oxidados filosos y tejas de asbesto hechas polvo (¡Tengo miedo de inspirar demasiado!). Todo es un roto. Al abrir una puerta me quedo con el tirador en la mano, trato de ajustar el tirador, se desencaja la puerta, intento enroscar la bombilla parpadeante, se deshace el casquillo como si fuera hojaldre, quito el cuadro carcomido de la Virgen del Rosario, se desploma el yeso de media pared... y así con todo. Cualquier lugar o mobiliario de la casa esta roto o resquebrajado o a punto de estarlo, reemplazarlo o arreglarlo requiere mucho tiempo, muchas vueltas, golpes, griterío y un montón de blasfemias.

La primera vez que entré en la casa parecía un atrezo de Cuéntame congelado en los años setenta. Me gustó, porque me ilusioné viéndome hablar por el teléfono de disco, escribiendo con mi vieja Olivetti o llamando criada a la asistenta... Pero fue llegar, abrir ventanas para que entrara el aire, y todo comenzó a desintegrarse, como pasa con las momias egipcias cuando destapan los sarcófagos. Si no escribo sobre cuestiones polémicas es porque estoy ocupado en apuntalar la república independiente de mi casa. La parte positiva es que ya no sufro el alboroto de los nativos ni sus insoportables "fiestas" atávicas (trompetas, tamborcitos, cohetería levantina, que ríanse ustedes de las baterías de katyushas), ahora vivo entre fincas de europeos respetuosos y eslavos de dudosos negocios, y disfruto de la calma campestre en un patio que da a una parcela de naranjos. En el patio nada esta roto, porque no hay nada. Aunque nada no es perfecto, un gato se ha dedicado a dejar sus cacas alterando el vacío reinante creo que como una manera de reclamar su territorio. No se me ocurre forma de disuadirle de usar el patio como retrete. Probaré a ponerle un cajón con tierra.