Al principio de la pandemia nos animábamos unos a otros, nos decíamos que venceríamos juntos y, cantando 'resistiremos', aplaudíamos desde los balcones a nuestros sanitarios.
En muchos lugares los vecinos se organizaron para atender a sus mayores; no solo hacerles las compras, sino mitigar su miedo y hasta celebrarles cumpleaños.
Se prometió y nos conjuramos a que nadie fuese abandonado.
Hubo quien comunicó a sus inquilinos que no les cobraría los alquileres hasta que la tragedia hubiese pasado; y en las carreteras fueron visibles autoservicios gratuitos para los transportistas, proporcionados por los hosteleros que, obligados a cerrar sus negocios, aun asi pensaban en ellos.
Era un instinto social: juntos somos más fuertes. Hemos evolucionado como especie en el mundo natural por la fuerza instintiva de la solidaridad. Cuidamos de nuestros enfermos, de nuestros heridos y de nuestros ancianos. Se nos alegra el corazón cuando hacemos lo bueno. Y son ese amor y generosidad lo que nos ha elevado.
Lo que no le place al diablo.
Y vino Vox y nos dijo que debíamos odiarnos.
Recurrió al engaño, la mentira y la manipulación.
Sistemáticamente exageró los errores y fabricó y difundió falsas noticias y bulos y nos llamó al enfrentamiento. Sin sentimiento de culpa ni remordimiento... aunque sean esos odio, vanidad y desprecio, los que siempre nos hundieron en el barro.
Y ahora el diablo está más contento.
Pero lo que ha hecho que superásemos el momento crítico de la plaga ha sido justo lo primero, lo de tendernos la mano y ayudarnos.
Lo del odio es… como la mierda que producimos después que comemos...
Aunque haya quien acapara el papel higiénico, tenemos un país que reconstruir. Y no nos servirá el odio-mierda en que algunos se revuelcan.
Pero sí que lo lograremos con la solidaridad, que nos alegra el corazón, y con la inteligencia de mantener despiertos nuestros cerebros.
Gustave Aklin