La habrán escuchado ustedes porque esta dentro de un discurso muy popular en este foro. Los puteros campechanos dicen que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, un trabajo que puede ser más provechoso que el resto de trabajos a los que podemos optar cuando estamos poco cualificados. Nos dicen que igual salimos mejor prostituyéndonos que dedicándonos a repartir pizzas o limpiar casas. Ahora que en general nos prostituimos mal, y prostituirse se ve mal, no me parece un argumento realista, ni consistente con su propia moral. Es un argumento moral que siempre obtiene el aplauso de los cuatro señoros que estamos en el hilo, y ya (porque es un discurso que también decimos los campechanos de todo pelaje). Pero es que si nos prostituyéramos bien, precisamente por hacerlo bien y verlo normal, igual entonces no sería un negocio tan lucrativo (no lo es hoy para muchisimas prostitutas), ya que se convertiría en un trabajo popular a precios aun más populares.
Aun así estoy de acuerdo en la filosofía subyacente, primero por la campechanía y segundo porque me parece una idea liberal y libertina que se sustenta sobre la moral de la autonomía y la tolerancia. Pero claro, si apechugamos con todo el cambio social del que el putero sólo nos cuenta la parte que le interesa. Tal y como esta expuesto ahora, el discurso moral del putero queda en una boutade que solo encuentra la aprobación de los señoros de mediana edad de las redes que comentan bajo pseudónimos llenos de números. La realidad social es tozuda y la mayoría de gente no esta dispuesta a probar en el negocio de la prostitución tan a menudo como indicaría la moral de los puteros campechanos porque si lo intentamos igual nos monta un quilombo de alivio el papa, la mama, el amigo o el propio putero campechano. Hace falta venir de problemas vitales importantes o haberse metido en ellos (pobreza, problemas mentales, drogas, esclavitud, abusos, etc) para que la mayoría, de lo que es una minoría, se meta o acabe en la prostitución.
Y la cosa no avanza según esta moral porque esa campechanía se mantiene entre compadres de afición o de forma anónima en redes, y no se lleva a la familia y al resto de la sociedad. Donde debería comenzar el cambio el putero se detiene y se esconde. Y es que la campechanía se suele perder cuando hay familiares implicados o cuando madres, esposas, hijas, pueden volverse igual de campechanas al respecto y aspirar abiertamente a ese consumo, o a ese trabajo ¿Podemos imaginar algo así de un consumidor de Apple, de Tesla, de Dios o de cualquier otro servicio o producto que nos parezca bien y del que nos sentimos satisfechos? El consumidor feliz no sólo habla con todo el mundo sobre su relación con el producto que le da placer, y se lo enseña a los demás y se enorgullece de esa relación y le gustaría que el resto del mundo disfrutara del producto, también se involucra en su historia, lo introduce en su vida y es incluso proactivo con él, aunque sea mera ilusión decirle a Dios o a Apple que ponga o quite tal cosa en este u otro humano o artilugio.
Ciertos trabajadores del sector han cambiado y pueden cambiar más, tenemos prostitutas empoderadas, pero ellas no pueden llevar el cambio a la sociedad, porque la que esta dispuesta a decir en la cena de navidad delante de la familia que es puta igual que su cuñado ha dicho sin problemas que es fontanero, forma parte de una minoría que, aunque monten colectivos y hagan activismo, es la minoría de una minoría. Sin embargo la prostitución tiene una gigantesca masa de consumidores, en todos sitios, que supera con muchisimo a la de sus trabajadores. Pero es una masa temerosa y silenciosa que, si se comportase abiertamente ante la sociedad como cualquier otro consumidor satisfecho, si que podría hacer cambiar la percepción que existe sobre el hecho de prostituirse, en cambio con su silencio o con sus relatos vergonzantes y clandestinos no ayudan a sacarlo de la marginalidad, cuando no es que son directamente señoros de doble moral y agentes activos de la estigmatización de la profesión.