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El libre mercado como falacia magufa del liberalismo
Ante la fatalidad astronómica desatada sobre España en 2015 (la coincidencia de las elecciones generales con las reuniones familiares navideñas) nos vemos obligados a crear un pequeño manual de pensamiento lógico ante la previsible tormenta liberal-propagandística que se nos viene encima dentro y fuera del hogar.
Se hace necesario recordar a la población que el libre mercado es una superchería. Ningún estudio académico, interpretación histórica o experiencia de ningún tipo ha podido probar que el libre mercado sea capaz de crear mejores condiciones materiales para la sociedad. La economía, como ciencia social que es, se basa en evidencias y pruebas para la elaboración de hipótesis no en elaboraciones mítico-supersticiosas.
La mera idea de “mercados no regulados” es contradictoria en sí misma. Los mercados son, por definición, espacios donde los intercambios entre actores son más seguros porque hay unas normas claras y una autoridad que puede obligar a su cumplimiento.
El Camelot liberal, un mercado en el que actores iguales ofrecen y demandan bienes y servicios en igualdad de condiciones en un equilibrio natural perfecto no se sostiene. En el mundo real nuevas personas abandonan o se incorporan al mercado en condiciones muy desiguales que les obligan a mantener relaciones de dependencia con otros actores más fuertes. La continua e insaciable demanda por una reducción de impuestos sin importar las condiciones reales de la sociedad es el resultado de creencias no racionales basadas en racionamientos supersticiosos.
De la misma forma que el supersticioso cree que una herradura en su puerta atraerá la buena suerte, un liberal piensa que la desregulación del mercado traerá la prosperidad material.
Se hace necesario recordar a la población que el libre mercado es una superchería. Ningún estudio académico, interpretación histórica o experiencia de ningún tipo ha podido probar que el libre mercado sea capaz de crear mejores condiciones materiales para la sociedad. La economía, como ciencia social que es, se basa en evidencias y pruebas para la elaboración de hipótesis no en elaboraciones mítico-supersticiosas.
La mera idea de “mercados no regulados” es contradictoria en sí misma. Los mercados son, por definición, espacios donde los intercambios entre actores son más seguros porque hay unas normas claras y una autoridad que puede obligar a su cumplimiento.
El Camelot liberal, un mercado en el que actores iguales ofrecen y demandan bienes y servicios en igualdad de condiciones en un equilibrio natural perfecto no se sostiene. En el mundo real nuevas personas abandonan o se incorporan al mercado en condiciones muy desiguales que les obligan a mantener relaciones de dependencia con otros actores más fuertes. La continua e insaciable demanda por una reducción de impuestos sin importar las condiciones reales de la sociedad es el resultado de creencias no racionales basadas en racionamientos supersticiosos.
De la misma forma que el supersticioso cree que una herradura en su puerta atraerá la buena suerte, un liberal piensa que la desregulación del mercado traerá la prosperidad material.
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