No pretendo decir todo lo que pienso, porque a veces, (como a Légolas) me faltan palabras para describir un dolor tan reciente.
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Que un organismo como el de Parques Nacionales utilice la IA de una manera tan cruel (si, cruel) me parece especialmente doloroso.
Tengo a metro y medio de mi, en la estantería, la colección completa de los cuadernos de campo de Félix Rodríguez de la Fuente. Esos dibujos y apuntes, esquemas e ilustraciones, imperecederos, tan válidos hoy como el día que se hicieron, referencia eterna a la que acudir, que representan tan bien el amor, la conservación, el respeto, la vocación, el placer de dedicarse a algo noble.
Y el organismo oficial, público, que hereda el testigo de la conservación de nuestros ecosistemas, sabiendo lo importante que ha sido siempre la ilustración científica, defeca sobre todo esto y planta unas aberraciones como representaciones de nuestras amadas especies, como el icónico y emblemático lince, en una suerte de amasijo de felinos de toda la red, sin rigor, ni alma, ni vida, ni pasión.
Las grandes guías de identificación siempre han sido las ilustradas. El enorme poder de un buen dibujo que destaque los rasgos clave, los detalles de incluir la flora presente en el entorno que corresponde a cada especie animal. Los detalles del paisaje, el relieve, la pradera, el momento del día.
Como ese director de cine que te coloca un elemento en una esquina del decorado, esas pistas que te sitúan, que te informan, que te nutren el cerebro, que te permiten volver a la imagen una y otra vez.
Los académicos conocen la importancia de la revisión de los cuadros para entender la evolución de nuestras hortalizas, ubicar especies por el mundo, desde las paredes de las cuevas hasta los apuntes de un estudiante de tesis en algún buque oceanográfico actual.
No se cómo hemos llegado a esto. Hubiera deseado estar ya en mi vejez, porque hubiera preferido perderme lo que está ocurriendo.
Tal vez es que las personas se han aburrido de vivir, y sólo se trata de ocupar el día pulsando un botón.