Enero fue el mes en que empezó la locura. Me salió la oportunidad de realizar un curso, que me permitía convertirme en docente de formación no reglada y era por las mañanas, así que vi la gran oportunidad que hacía años que buscaba y era compatible con el FP2 de Energías Renovables que me sacaba por las tardes, así que me lance a ello sin pensarlo mucho, la verdad. Era una gran oportunidad, porque me sacaría dos títulos que quería, prácticamente de un plumazo. Obviamente esto tiene la contrapartida de la dificultad de estar por la mañana con una temática y por la tarde con otra, pero bueno, me veía preparado para esta dura empresa.
No empezó mal la cosa la verdad, iba bastante bien, encontré un sitio que me hacía un buen precio para comer en Benicarló (los dos eran en Benicarló) y lo llevaba tan bien como podía, pasando allí muchas horas, doce concretamente, que se dice rápido. La cosa se fue poniendo difícil con el paso de los días, el cansancio apretaba de verdad y es que por muy duro que uno se crea, eran muchas horas y el cansancio y agotamiento, tanto a nivel físico como mental empezaban a dejarse ver bastante descaradamente, tanto que había días en que me costaba no dormirme en clase, prácticamente.
Desde luego no me iba a dejar llevar por el cansancio y seguí, con paso firme, hasta las dos semanas de exámenes antes de la evaluación. Creo que han sido las dos peores semanas de mi vida y eso que me rompí la rodilla y me tuvieron que operar, aunque, esa es otra historia. La verdad es que en esos momentos estaba muy al límite de fuerzas, no tenía especiales ganas de martirizarme un sábado y un domingo delante de los apuntes y trabajar y estudiar, seré realista. Doce horas fuera de casa son muchas, cuando llegas a casa piensas en descansar y el fin de semana se te hace largo, pensando en todo lo que debes estudiar, largo y tedioso, claro.
Así llegue a los últimos exámenes, concretamente a uno, bastante complicado, de mucho temario en el que me veía superado prácticamente por las circunstancias y pensé que jamás lo superaría, tanto es así, que con una rodilla besando el suelo, pensé que no sería capaz de levantarme, es más, en esos días rondaba por mi cabeza el tirar la toalla. Tenía claro el detonante: UN SUSPENSO. Tan solo suspender una materia, que me obligara a recuperarla ahora, una vez terminados los exámenes generales, se me hacia un mundo y lo tenía decidido, por primera vez en mi vida, renunciaría. Milagrosamente no caí, lo saque todo, una muy por los pelos, pero estoy contento, porque en ese momento me levante y hasta ahora y aquí. He llegado al final del camino.
Quiero transmitiros que no se debe uno rendir, que aunque estés con una rodilla en el suelo, agotado y con un peso que crees que te impide levantarte, siempre hay algún clavo, que aunque este ardiendo, nos permite aferrarnos y nos sirve de palanca para levantarnos, hay que buscarlo y si no lo encontramos, lo creamos, pero jamás rendirnos sin pelear, sin revolvernos al menos para intentar zafarnos de la situación.
Fuente: loaltodelacolina.wordpress.com/2015/05/31/introspeccion-07-no-me-he-id