Enunciado del problema:
Supongamos que en la Península Ibérica convivieron diversas etnias durante una época en la que el territorio peninsular formaba parte de un extenso imperio en decadencia, en el cual profesaban una religión politeísta también en decadencia, la cual apenas influía —y cada vez menos— en los valores morales que pudieran ser positivos dentro de la sociedad de dicho imperio. Éste incluía un vasto territorio que abarcaba tanto zonas europeas como norteafricanas, así como del Próximo Oriente, congregando bajo sus dominios un crisol de culturas y etnias diferentes. Supongamos que en un momento dado surge una religión en una zona periférica alejada de la península, en el territorio conocido como Judea, donde convivían personas de también diversas etnias y creencias, como asirios e israelitas.
Supongamos que esa religión, en principio minoritaria y perseguida, comienza progresivamente a asentarse en algunos territorios del imperio. Los líderes de éste comienzan a cambiar su postura con respecto a la misma, dejando de perseguirla y aprovechándola a su favor para intentar unificar el imperio en decadencia en base a su fe, con el fin de devolverle su antiguo poderío. Con el tiempo, esa religión comienza a organizarse e institucionalizarse. Dentro de ella surgen algunas ramas más extremistas, que abogan por imponerse como fe verdadera. En algunos de los nuevos países que se han ido formando en el territorio del antiguo imperio ya desintegrado, esa religión se convierte en oficial y, además, en la única que puede ser profesada legalmente. Algunos de sus líderes y seguidores, apoyados por los gobernantes de esos países, persiguen y asesinan a personas que consideran enemigas de esa religión, tanto a seguidores de la misma que se desvían de los dogmas que las jerarquías establecen como a seguidores de otras creencias. Algunos países incluso organizan expediciones a tierras infieles, como aquellas que habían formado parte del imperio y en las que una vez nació esa religión, en las que una serie de cruzadas intentan imponer la victoria de la fe verdadera. Esos mismos países, con el tiempo, colonizan nuevos territorios en los que convivían diversas etnias y creencias, como las distintas tribus y civilizaciones de indígenas americanos, y progresivamente expanden e imponen la colonización religiosa, minimizando y expulsando las autóctonas.
Supongamos, no obstante, que muchos de los seguidores de esa religión mantienen en la práctica posturas menos extremistas y dogmáticas. No falta quien ve con malos ojos las prácticas de ciertos tribunales que utilizaban metodologías excesivamente inquisitivas, aunque alzar voces en su contra podría suponerles un serio problema y llegar a costarles la vida, amén de que la legitimidad de la posición social y del poder absoluto de los gobernantes de esos países se basa en buena parte en dicha religión, hechos que, combinados, retroalimentan el mantenimiento del statu quo de la misma dentro de esos países. Además, muchas de las guerras que se han producido a lo largo de los años, así como las tensiones entre miembros de otras religiones por cuestiones como su privilegiada posición en cuanto a patrimonio heredado, mantienen rencillas y rencores que fomentan, junto a la presión social, que muchos seguidores de la religión apoyen u obvien las prácticas de esos tribunales.
A pesar de ello, no son pocas las voces que, cada vez más, cuestionan las posturas más radicales. Algunos incluso llegan a cuestionar la legitimidad de la propia Iglesia y de parte de su doctrina e intentan romper contra ella, surgiendo guerras entre unas y otras corrientes. En algunos de estos territorios, las tensiones debido a estas escisiones llegan a perdurar siglos.
Supongamos que con el paso de los lustros, esos países se van enriqueciendo progresivamente, en parte por sus conquistas en otros países que les permite tener todo tipo de recursos, el desarrollo y expansión del comercio, así como otros factores. Progresivamente decrece la desigualdad, muchas de las familias que antiguamente eran pobres pasan a tener un mayor y mejor acceso a la alimentación, a la educación y a otros servicios básicos, y poco a poco comienzan a acomodarse y a plantearse las situaciones de sus países.
Comienzan a surgir ideas que cuestionan la injusticia de los estamentos sociales, surgen diversas revueltas y procesos constituyentes, y dichos estamentos se acaban cambiando por otras estructuras que, si bien siguen manteniendo evidentes desigualdades e injusticias sociales, mejoran en cierta medida la situación con respecto a lo que había antes. Conforme las personas van teniendo un mayor acceso a la formación cultural, y conforme lo desconocido y prohibido se asienta en el conocimiento de esas personas, comienzan a disminuir ciertos miedos —y, por tanto, sus prejuicios derivados— hacia otras posturas, creencias y orígenes.