"Donde hay orgullo hay complejo". Esta frase, de cuño propio, la utilizo a veces cuando veo u oigo enorgullecimientos de aspectos que, contra la propia definición de la palabra 'orgullo', no son virtud o mérito de uno. Por ejemplo, un padre puede enorgullecerse de los logros de su vástago puesto que forma parte de ese éxito y tiene cierta razón para ello. Aunque personalmente prefiera descripciones más directas que aluden al sentimiento -como 'satisfacción' o 'regocijo'- puesto que considero que el orgullo es el reconocimiento propio de un éxito sumado a una pérdida de tiempo en presunción y vanidad. Es decir, la intención me resulta más un reconocimiento social que personal.
Por eso, un día (y festejo) de orgullo gay -y otros colectivos- resulta la más gratuita y trivial de las celebraciones. Ser gay, hetero, lesbiana o cualquier identidad sexual no es una elección o un capricho; creo que toda la sociedad lo tiene ya asimilado. La sexualidad es una cualidad inseparable de uno e innata, tal como lo es su color de ojos o tono de piel. Y, desde luego, si hay algo que no tiene mérito propio en la vida de una persona es algo congénito. Por tanto, enorgullecerse de la sexualidad en cualquier país europeo y en un momento de admisión y reconocimiento social como éste es un acto gratuito sin relevancia ninguna más que la propia exaltación de un complejo. A cada uno el suyo: para unos será de superioridad; otros, como compensación, de inferioridad.
Y todo esto sin contar lo discriminante que resulta. Ahora existe la costumbre de enumerar en ristra todas las variedades de sexualidad diferentes a hetero que han de enorgullecerse; por tanto, todos los posibles -y hasta imaginables- menos los heterosexuales. Es decir, que si eres hetero y vas a una fiesta del orgullo gay lo que haces es respaldar la discriminación. Exacto, respaldar la discriminación. No apoyar la tolerancia -palabra odiosa donde las haya, con una clara connotación de condescendecia y compasión-, como suelen decir los colectivos arco iris, sino respaldar la desigualdad, la desintegración. Los unos y los otros bien diferenciados.
¿Cuál es el objetivo? Festejar un éxito de otra época. Lo del Stonewall Inn fue una revuelta espontánea y desorganizada. Merece ser conmemorada pero, ¿con orgullo? Además, ¿la celebración es de verdad un acto reivindicativo? ¿Cuántos, de todos los asistentes hetero a un día del orgullo gay, conocen lo que sucedió en Nueva York hace 45 años? No aparece el éxito por mucha participación que haya; la organización podría triunfar más.
Al orgullo le sobra presunción y le falta reconocimiento social, pero no como un sólo acto estrambótico cuyo trayecto se limite a una calle o una plaza sino que también abarque en el tiempo.