Año 2015, en la terraza de una casa del lujoso barrio londinense de Belgravia, tres personas comparten mesa: Corinna, desde hace ya tiempo ex-amante (aún secreta) del Rey Juan Carlos; Villalonga (presidente de Telefónica y amigo declarado del Rey) y el comisario Villarejo.
Villarejo lo graba todo, como ya es sabido, y la conversación se hace pública en 2018, al verse el ex-policía acorralado en la cárcel como forma de ejercer presión para la reducción de sus penas.
El contenido de la conversación es de un repugnante delirante y es el germen de todo el escándalo que acaba de estallar. En ella, entre risas y copas, podemos ver como Corinna revela que el Rey es un hombre desesperado, postrado a sus pies, que trata por todos los medios de recuperar la casi totalidad de su fortuna que ha puesto a nombre de ella. Corinna también suelta la bomba que activa la investigación que hoy actualmente realiza la Fiscalía de Ginebra: que el Rey cobró un pastizal no declarado a Hacienda por comisiones de la construcción del AVE a La Meca. Pero lo indignante de la conversación es escuchar a Villalonga, presidente del exclusivo grupo de los IBEX35 y supuesto amigo del Rey, cachondearse a mandíbula batiente, de las desgracias de un anciano encoñado, decadente, infantil e inmoral. Comienzas cabreándote por las tropelías del emérito y acabas sintiendo una mezcla de estupor y asco de ver en qué manos estamos. Un comisario corrupto, una aristócrata cazafortunas fría como el hielo y el presidente de la principal empresa de telecomunicaciones de este país manejando los hilos del Jefe de Estado.
Gracias a la investigación de la Fiscalía suiza, hoy sabemos que todo el dinero no declarado de Juan Carlos está en dos fundaciones. En ambas figura como testaferro Alfonso de Orleans, el primo del Rey, un pijazo de bandera que, al ser entrevistado por medios españoles, responde entre risas que él sólo se dedicó a gestionar y que ese dinero era suyo, de unas bodegas y negocios inmobiliarios. Señala además, que él le puso el nombre a las dos fundaciones: a una la de un caramelo turco y a la otra "Enigma", en ruso. Con dos cojones.
Pues bien, la Fiscalía suiza descubre que Juan Carlos pagó viajes, safaris, casas y estancias en hoteles de lujo durante dos décadas con el dinero de esas dos fundaciones y que en la segunda, OJO A ESTO, el Rey Felipe VI también figura como beneficiario.
Estas Fundaciones, reciben su primer gran ingreso de la mano de los Albertos, el mismo día que el Banco Zaragozano es vendido al Barclays. Con ellas el Rey paga a una amante mallorquina un millón de euros para tenerla callada.
Para terminar con todo este nido de putrefacción, hipocresía, indecencia, inmoralidad y asco, al Rey no se le ocurre contratar a otro abogado para su defensa que al Fiscal que mandó a Mario Conde a la cárcel. Pero esto daría para otro artículo y no es el momento.
La síntesis más sencilla y simbólica que se puede hacer de todo esto y que puede ayudarnos a "entender" está sucesión de corruptelas propias de un Luis XIV, se puede resumir con una carta que Juan Carlos envía a su testaferro y primo, que en 2018 le pide que baje el ritmo de gasto con las fundaciones. El Rey le contesta: "acabo de revisar el desglose y el gasto es descomunal, ¿por qué no me paraste los pies?".
Nada más se puede añadir.