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El avestruz, plumas que valían su peso en oro
Cuando el duque de Wellington murió en 1852, el héroe de Waterloo tuvo un entierro de Estado. El carro fúnebre en el que se paseó su féretro por las calles de Londres, atestadas por más de un millón de curiosos, fue arrastrado por doce caballos negros que lucían, en sus frentes, un ornamento de altas y sedosas plumas de avestruz, negras como el carbón. El cortejo causó tal sensación que a partir de entonces todo funeral victoriano que se preciara debía contar con caballos tocados con plumas de avestruz. Las plumas del ave más grande del mundo
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