Como ocurre con el bulldog, el pug está condenado a una vida sin salud ni bienestar por los problemas respiratorios derivados de nuestro abuso. Lo diseñamos sin una nariz funcional: sin termorregulación. Un perro con el hocico corto no tiene espacio en la mandíbula —por eso los pugs a menudo tienen los dientes mal alineados en la boca y corren un mayor riesgo de sufrir enfermedad periodontal.