Hubo una vez una criatura extremadamente simple como es el moho del fango (Dictyostelium discoideum) que desconcertó a los científicos por largo tiempo y cuyo comportamiento solo empezó a descifrarse cuando se rompieron las barreras que separan las distintas disciplinas hasta que la Biología Molecular y la Física se dieron la mano, y también se unieron la embriología, las matemáticas y las ciencias informáticas.