Antes de que el coronavirus trastocara para siempre nuestra percepción sobre el significado de la palabra "pandemia", la imaginación popular le consagraba un carácter apocalípitico y dramático. Enfermedades capaces de evaporar un porcentaje significativo de la población, tan letales como cruentas. Los últimos doce meses han modulado estas ideas, embadurnadas ahora de transmisiones asintomáticas, confinamientos, mascarillas y hospitales al borde de la saturación.