Un guardia fronterizo uzbeko, vestido con uniforme marrón, subió al tren, una réplica soviética, verde, con un gorro plateado, y comenzó a gritar. Se movió a través del auto, buscando pasajero tras pasajero, destrozando pertenencias, interrogando a todos sobre terrorismo y narcóticos, y escaneando teléfonos móviles y Nokias baratas para "fotos de sexo" (la pornografía está prohibida en Uzbekistán). Los pasajeros soportaron esto, sin inmutarse. Casi todos ellos eran migrantes que viajaban a Rusia por trabajo. Habían visto esta rutina antes...