Los alemanes consideraban a sus lobos de mar como héroes que llevaban vidas glamurosas, pero la realidad de la vida en un submarino alemán era lago completamente distinto. En los submarinos se vivía en un mundo angosto y fétido, y la vida era una mezcla de aburrimiento, incomodidad y terror. Las tripulaciones ocupaban aposentos atestados de maquinaria, instrumentos o torpedos, y dormían en planchas encima de éstos hasta que eran utilizados contra blancos, dejando sitio para literas y hamacas.