Al enfrentarme a esta obra me las tuve que ver con un duelo de prejuicios. Por un lado, el libro me parecía, por las críticas y un rápido vistazo, una de esas chorradas sentimentaloides escritas para gente happy flower, con un punto de sensiblería, otro de ñoñería y muy poco rigor. Por otra, conocía al autor, y el tipo me parecía un tío estupendo, simpático, culto, amable, y gran conversador. Lo conocía personalmente y me había firmado el ejemplar, así que había que leerlo.
Me puse, como digo, con bastantes reservas, seguí con bastantes reservas, y lo acabé con bastantes reservas. Pero por fin entendí por qué una persona tan brillante puede escribir un libro como Sabor de Canela: porque no pretende ser riguroso en la trama, sino simplemente sentimental, y un poco Paulo Coelho en su filosofía de cinco duros para gente de veinte pesetas.
Y el caso es que funciona, porque Carmona no te toma el pelo, ni se sube a la parra, ni te da la chapa con sus metafísicas precocinadas. Introduce casualidades salvajes en su libro, porque le da igual si es verosímil o no. La gente se encuentra diez años después y a diez mil kilómetros, poque al autor el viene bien, y no te pide que te lo creas. Pero si no te lo crees, no hay nada que contar y tú te lo pierdes.
Se trata de la historia de una niña suiza que ve como sus padres se divorcian, se vuelve una adolescente resentida, luego una joven resabiada y finalmente una adulta dolorida, pero combatiente, porque cuenta sólo para mantenerse en pie de su trabajo y de su ira. A lo que tengáis la mínima preocupación social, os va a dar un pasmo ver cómo se comporta una niña rica que lo tiene todo, y como se siente mejor que los pobres. Al resto, supongo que le gustará el modo en que la chica se desenvuelve pro esos mundos de Dios, aferrada a la música, el padre como reed de seguridad y la mnúsica como consuelo.
Todo la novela, de unas 300 páginas, está escrita en capìtulos de un folio, o poco más, aunque lo común es que sea menos. La imprimieron en 300 opáginas, pero hubiese cabido perfectamente en 180.
Y está muy bien escrita, con mucha sensibilidad y poco intelectualismo, porque Carmona, que es profesor de música y director de orquesta, va sobrado de sensibilidad y de estilo.
Eso si: insisto en que la novela es para sentirla y no para analizarla. Eso y que no me extraña que sus reseñas sean en un 85% de mujeres. Me parece literatura femenina en estado puro. En lo mejor y lo peor de ese tópico.