"Los fanáticos de la corrección política dicen aspirar a que la sociedad cambie transformando nuestros códigos de comunicación e interpretación cultural. No se contentan con dejar de utilizar ellos la palabra, sino que quieren borrarla del discurso visible. En España, observatorios de género y diversidad examinan, como ya hemos visto, letras de canciones, anuncios, películas, y denuncian toneladas de supuestos contenidos "sucios". Hace poco, la Fiscalía General del Estado española llegó a denunciar por machistas y discriminatorias ¡las señales de tráfico!
¿Cual es el motivo de este esfuerzo, de esta vigilancia? Por un lado, el tiempo libre, por otro, la impotencia intelectual, y finamente está la creencia (jamás sometida a análisis por los fieles, como toda fe) de que todo es una construcción cultural y de que las representaciones cambiarán la sensibilidad de los xenófobos y machistas por arte de birlibirloque. Asumen que las canciones, películas, chistes, libros y hasta las señales de tráfico tienen un efecto directo y claro sobre la mentalidad de la gente y, por tanto, que se puede "curar" el racismo, el machismo o la homofobia, limpiar el pecado del mundo, aplicando la lejía moral a la comunicación.
Con la victoria de Trump después de 30 años de experimento en Estados Unidos hubiera debido quedar claro para todo el mundo que la receta no funciona y que hasta produce el efecto contrario, exacerbar las diferencias y la mutua hostilidad."
Juan Soto Ivars
La casa del ahorcado