Para qué vamos a andar contando anécdotas de hace veinte años. La vida sigue y sigue generando sucesos y tonterías a buen ritmo. Vamos a contar una de hoy mismo. ¿Por qué no?
Y salgo hoy a fumar un cigarro al balcón (mal hecho, hay que dejar de fumar) y pasa por debajo una amiga de hace años. En las ciudades como León uno puede conocer a alguna gente de la que pasa por la calle. No es un milagro estadístico.
Y le digo:
-¡Marta, guapa!, ¿cómo te va?
Y la mujer, porque mis conocidas ya no son chicas, mira para arriba.
-¿Perdón?
Y no era Marta. Planchazo de cojones. Cagada.
-Disculpe. Lo siento. La he confundido con otra persona- acerté a disculparme.
-¿Lo retira entonces?
-Las dos cosas -me rendí, avergonzado.
-Pues vaya por Dios- respondió la desconocida. Y se marchó riéndose, calle abajo.
Aún vivimos en un país habitable, parece ser. No saquemos las cosas de quicio.
No, señora: sólo retiro la primera parte, carajo. Estoy gilipollas. ¿Cómo pude responder algo así? Cago en todo...