La Agenda 2030 es el nuevo leitmotiv de la alt-right, o como queramos llamar a esa corriente política de la que forman parte los trumpistas y sus imitadores.
La pandemia fue una época dorada para ellos, puesto que creó un terreno fértil para sus teorías, las cuales giraban en torno a un complot de los distintos poderes fácticos para imponer un nuevo orden mundial cuyas características serían bastante similares a las del estalinismo. El peligro, nuevamente, venía de la izquierda radical que, mediante un mecanismo nunca explicado, controlaba el poder entre bambalinas. Su objetivo, instaurar un gobierno mundial totalitario que recordaría al del famoso 1984: un estado todopoderoso que controlaría todas las facetas de la vida de los ciudadanos; un estado policial y altamente represivo, un nuevo comunismo, en suma. El coronavirus iba a servir como la excusa perfecta para implantar las medidas que llevarían al nuevo modelo, al mismo tiempo que servía de experimento social. Por eso su propaganda insistía con vehemencia en que nos obligarían a vacunarnos a todos y en que las restricciones al libre movimiento de las personas iban a quedarse para siempre. Se obligaría a las personas a llevar mascarilla para conseguir atomizar a la población mediante la incomunicación y por eso serían permanentes: la desestructuración social como paso previo al totalitarismo. La censura mediática, que se aplicaba contra los que defendían la verdad sobre el virus (que era cualquiera menos la oficial) también sería ya permanente, pues es bien sabido que el control de los medios de comunicación era condición indispensable para el nuevo régimen. Se aterrorizaba a la población para que aceptaran los cambios políticos. “Ahora irán a por los niños” decían en algunos de sus videos. En definitiva, el COVID-19 no era más que la parte visible de una conspiración mundial de sus enemigos políticos. Por eso era tan importante apoyar a estos patriotas que nos querían salvar del complot comunista.
Por supuesto, ninguna de sus predicciones fue cierta. La salida a la pandemia fue exactamente la opuesta: la liberal, es decir, cada uno que haga lo que mejor le parezca. Las vacunas no fueron obligatorias y las restricciones al movimiento se fueron eliminando. Las medidas sanitarias fueron paulatinamente ignoradas por la población y las sanciones jamás llegaron. No ha habido ningún cambio en el sistema y todos los trumpistas siguen teniendo total libertad para continuar predicando sus sandeces. Por supuesto, no aprovechan esa oportunidad comunicativa para admitir que ocurrió exactamente lo contrario de lo que pronosticaban. Un buen profeta no se desanima por fallar sistemáticamente sus predicciones. Eso solo lo hacen los hombres faltos de fe.
Ahora toca pontificar sobre la agenda 2030 que, en su clarividente perspicacia, es el nuevo horizonte que los “globalistas” (ahora llaman así al viejo fantasma comunista) tienen para implantar su sistema orwelliano. Otra vez los mismos argumentos, otra vez las mismas técnicas de propaganda y otra vez los mismos consumidores. Por supuesto, otra vez la misma solución: dadnos el poder a nosotros para que os podamos defender de la conspiración globalista.
Nuevamente circulan videos advirtiéndonos de que quieren quitarnos nuestra libertad para implantar un nuevo estalinismo. Cualquier suceso va a ser interpretado desde esa perspectiva, pues todo forma parte de la misma conspiración. Como ejemplo, este video en el que se advierte de que van a implantar un sistema cada vez más parecido al chino: más control estatal, menos libertad; un estado policial de control total, el mismo que nos iban a implantar gracias al COVID.
www.tiktok.com/@jjchagerbena/video/7207821069070159109
El patrón se va a repetir. Tras cada profecía fallida, una nueva teoría cocinada con la misma receta: los globalistas quieren controlarte y son los causantes de las últimas noticias sucedidas, sean cuales sean éstas. La solución, la la habitual. Dadnos el poder para poder ayudaros. Los consumidores de este mensaje también siguen siendo los mismos, los que se creen bien informados por estar al tanto de la “verdad alternativa".
El problema de fondo es por qué cala tan fácilmente esta propaganda. Esa es la cuestión interesante. En un contexto en el que es evidente que los problemas se acumulan, resulta tentador pensar que nos dirigimos hacia la implantación de algún tipo de distopía en un futuro cercano. Los predicadores de la derecha conspiracionista explotan esta sensación para presentar una distopía en la que nos dirigimos hacia un sistema dictatorial situado en sus antípodas ideológicas. De ese modo, si se admite su discurso, la consecuencia lógica es apoyar políticamente a aquella opción más beligerante contra esa posibilidad.
Las teorías sobre la agenda 2030 son tan falsas como aquellas sobre el coronavirus, son fabricadas por el mismo agente político y van dirigidas al mismo público objetivo, que las va a consumir gustosamente.
Hasta aquí, la parte fácil del análisis pero ¿cuál va a ser la solución a los distintos problemas que se acumulan? ¿Vamos hacia un cambio de sistema? No seré yo quien haga profecías para refutar a los profetas, pero apostaría fuerte a que las respuestas van a venir dentro del mismo paradigma en el que nos movemos, es decir, el liberal. En otras palabras, la respuesta a las distintas crisis -económica, ambiental, política- va a ser similar a la que los gobiernos occidentales dieron al Coronavirus. Se trasladará la responsabilidad al ciudadano y al mercado. Muy al contrario de lo que pronostican los seguidores de la alt-right, occidente no va hacia un totalitarismo de extrema izquierda en el que estemos sometidos a las directrices del Estado; más bien todo lo contrario. Europa se va a parecer cada vez más a EEUU, no a China. Excusándose en la defensa de la libertad nos van a dar cada vez más: libertad para que cada uno solucione sus problemas por su cuenta, libertad para que se adapte o sucumba, libertad para que se queje todo lo que quiera ya que nadie le va a escuchar, libertad para que difunda cuantas teorías de la conspiración desee, libertad para culpar al colectivo que seleccione, libertad para gestionar su miseria como mejor pueda.
Mientras, a algunos se nos va a hacer bola tanta propaganda y desearemos que acabe la década para que, al menos, cambien el repertorio.