Dime qué pensarías si te pasara esto...

Imagina que estás suscrito a un sitio web a donde la gente envía o sube noticias para después comentarlas. Un día ves que alguien envía una noticia que va sobre Haití, y decides entrar a comentar. En tu comentario, elogias a los haitíes, defiendes sus derechos fundamentales, y pides respeto para ellos. Un rato después de haber puesto tu comentario, te encuentras con que algún hijo de la grandísima puta te escribe un comentario de respuesta al tuyo, en el que directamente, de manera gratuita y sin tú haberle dado ningún motivo, insulta a tu madre.

Si te pareces a mí en estas cosas, seguramente tu primer impulso sea cagarte en los putos muertos de ese hijo de la grandísima puta. Pero, por un momento, te refrenas, y te dices que vale, que hay un botón de reportar supuestamente para estos casos. Decides darle un voto de confianza al botón de reportar, obligándote a ti mismo a utilizarlo en aras de la modernidad y de la civilización, aunque sabes que hay una vocecilla resonando en tu interior diciéndote que ese botón de reportar no servirá de nada. No obstante te sobrepones a esa vocecilla, porque no quieres prejuzgar ni que sean tus prejuicios la medida de las cosas, y quieres ser abierto de mente, y le das un voto de confianza al botón de reportar, utilizándolo y reportando al hijo de la grandísima puta que insultó a tu madre, esperando encontrarte con la agradable sorpresa de que, efectivamente, el botón de reportar funciona, tal como te prometían, y el hijo de la grandísima puta es baneado, y por tanto tu vocecilla interior estaba equivocada e hiciste bien sobreponiéndote a ella, sobreponiéndote a ti mismo y a tus cálidas y confortables intuiciones interiores.

Ahora imagina que, como respuesta a tu responsable, esforzada y cívica utilización del botón reportar, no solo NO banean al hijo de la grandísima puta que insultó a tu madre, sino que te banean a ti, y cuando vas a consultar el motivo del baneo, te encuentras con que el motivo del baneo es tu propio comentario donde elogiabas a los haitíes y defendías sus derechos y pedías respeto para ellos, y el baneo te dice que ese comentario es una incitación al odio.

Si te pareces a mí en estas cosas, seguramente te quedarías completamente a cuadros, sin creerte lo que acaba de pasar. No solo hiciste mal en desconfiar de esa vocecilla interior tuya que te insistía que el botón reportar no sirve de nada porque la potestad de banear no está en manos cualificadas ni válidas, vocecilla que estaba en lo cierto, sino que descubres que el administrador o moderador que te ha baneado es tan hijo de la grandísima puta como el hijo de la grandísima puta que insultó a tu madre, no solo por ponerse del lado del que insultó a tu madre, sino también por censurar tu comentario, en acto de abuso, por el puro y simple motivo de que tu ideología u opinión no le gusta, puesto que en tu comentario no había absolutamente ningún insulto hacia nadie.

Una de las moralejas de una historia como esta es que si eres propietario o administrador de un sitio web, y tienes la posibilidad técnica de conferir la potestad del baneo a otras personas, haciéndolas moderadoras o co-administradoras, deberías cuidarte al menos un poco de no conferir esa potestad a hijos de la grandísima puta, porque esos hijos de la grandísima puta empezarán a actuar como tales, y, a través de sus baneos injustos, estarán dando, también, una pésima imagen de ti mismo, llevando seguramente a la gente a pensar que tú también seas un hijo de la grandísima puta.

Si no te pareces a mí en estas cosas, entonces quizá tú hubieras tenido pensamientos u opiniones distintas a las mías si te ocurriera lo que cuento en esta historia, y si quieres lo explicas en los comentarios, pero yo simplemente quería traerte esta historia.