Vengo de cabrearme leyendo una entrada y no he podido menos que dedicar estos minutos, antes de salir de cañas, a escribir unas líneas.
¿Por qué carajo tenemos que dividirnos como consumidores en un producto como los medicamentos? ¿Cómo es posibble que en un tema semejante nos convirtamos en víctimas de los buitres para mantener 17 compradores autonómicos en vez de unificar de una buena y puñetera vez la compra de medicamentos?
Y no, como decía en aquella entrada, no se trata de nacionalismo español rancio. Mañana mismo me federo con Portugal, con Francia, con Marruecos, con Andorra y con Gibraltar para comprar juntos. Y porque no tenemos más vecinos, que yo sepa, que si no, con quien fuese.
¿No sabemos todos que la capacidad de presión deriva del volumen de compra? ¿Estamos gilipollas o qué? Fragmentar las compras para hacer el caldo gordo a una oligarquía, a veces monopolio, que fija precios en base a nuestra incapacidad para acordar volúmenes.
No puede ser más triste. No puede ser más rastrero, si me da por pensar mal.
¿De verdad hay tanta diferencia entre los medicamentos empleados en Madrid, Cataluña, País Vasco, Andalucía y Baleares? ¿De verdad no son los mismos que se usan en Francia y Portugal? Habrá alguna diferencia mínima, no lo dudo, como las que hay entre tres marcas de lejía, que tienen tres plantas envasadoras y sólo una de producción (caso real), pero si es la Unión Europea la que regula estas cosas a través de su Agencia del Medicamento, se supone que todo los productos vendidos dentro de la Unión cumplen los mismos requisitos y garantías.
A lomkejor las diferencias están en los sobres, el mamoneo y las puertas giratorias.
A lo mejor la diferencia está en las tragaderas de las diferentes consejerías de sanidad.
No me jodas.